En distintos rincones del país, la energía solar comienza a ocupar un lugar central como motor de desarrollo y transformación social. Desde la modernización de edificios públicos en la Ciudad de Mendoza hasta la electrificación de una escuela rural en el corazón de la selva misionera, múltiples iniciativas demuestran cómo esta fuente limpia y renovable no solo reduce la contaminación, sino que también mejora la calidad de vida de las comunidades.
El Museo del Área Fundacional de Mendoza y la escuelita satélite de la aldea Mbyá Guaraní “Pindo Ty” en Misiones comparten una característica fundamental: ambos incorporaron sistemas solares fotovoltaicos para abastecerse de electricidad. Sin embargo, sus historias, escenarios y objetivos reflejan la diversidad de caminos que pueden seguirse cuando una ciudad o una comunidad decide invertir en energía no contaminante.
Mendoza: en el corazón urbano
La Ciudad de Mendoza lleva adelante una transformación energética que apunta a convertir sus edificios públicos en ejemplos de eficiencia, sustentabilidad y conciencia ambiental. Uno de los proyectos más destacados es la instalación de un sistema de paneles solares en el Museo del Área Fundacional, uno de los sitios históricos más importantes del municipio.
Ubicado en la intersección de las calles Alberdi, Beltrán y Costanera, el museo sumó 30 módulos solares fotovoltaicos de última generación. Cada uno de ellos cuenta con una potencia de 575 Wp, lo que permite alcanzar un total de 34,5 kilovatios de potencia instalada. Esta nueva infraestructura, que además genera un acople de 30 kilovatios de potencia nominal, convierte al edificio en un modelo de sostenibilidad urbana.
Esta iniciativa forma parte del Plan de Eficiencia e Integración de Sistemas Energéticos, impulsado por el municipio en conjunto con Emesa. El programa busca transformar el consumo energético de los espacios públicos mediante la incorporación de energía renovable, la reducción de emisiones y la disminución de la dependencia de la red eléctrica convencional.
Ya se instalaron sistemas similares en otros edificios municipales, como el Gimnasio Nº 1, que cuenta con 100 kWp de potencia solar instalada. De esta manera, Mendoza refuerza su estrategia de descentralización energética y avanza hacia una ciudad menos dependiente de los combustibles fósiles.
Los objetivos de esta transformación son múltiples. Desde la generación de energía limpia hasta la concientización ciudadana, el plan apunta a mostrar cómo la tecnología solar puede integrarse de forma práctica en la vida cotidiana. “Entre los objetivos que se plantean a la hora de instalar estos módulos, se persigue generar energía eléctrica renovable, disminuyendo la demanda a la red pública de distribución; contribuir a la disminución de emisiones de GEI; otorgar mayor valor agregado al terreno, y familiarizar a la población con el uso de tecnologías de generación de energías alternativas, entre otros”, señalan desde el municipio.
El Museo del Área Fundacional no solo reduce su consumo eléctrico tradicional, sino que también se convierte en un espacio educativo que acerca a los vecinos a las energías limpias. “Además de los beneficios energéticos, se busca acercar a la comunidad a las tecnologías renovables, mostrando cómo su implementación puede integrarse en la vida cotidiana”, destacan las autoridades municipales.
Esta política refleja una visión integral que combina innovación tecnológica, conciencia ambiental y planificación urbana, con el fin de construir una Mendoza más eficiente, resiliente y sostenible.
Inclusión y dignidad en la selva
A cientos de kilómetros de distancia, otra experiencia muestra cómo la energía solar puede cambiar la vida en territorios rurales. En la aldea Mbyá Guaraní “Pindo Ty”, ubicada en pleno corazón de la Reserva de la Biosfera Yabotí en Misiones, la escuelita satélite Nº 6 cuenta con electricidad por primera vez en su historia.

Lejos del centro urbano más cercano, a 150 kilómetros de El Soberbio y a 30 kilómetros de la Ruta Provincial Nº 2, esta comunidad de aproximadamente 50 personas logró un avance trascendental gracias a un trabajo conjunto entre la Vicegobernación, Energía de Misiones y la Fundación Compartir, una organización dedicada a mejorar la calidad de vida de los pueblos originarios mediante la construcción de escuelas.
El nuevo edificio educativo, levantado con técnicas ancestrales como el adobe por los propios alumnos y el cacique Pablo Duarte, ahora está equipado con paneles solares fotovoltaicos y reflectores LED. Las instalaciones también incluyen conversores para transformar la luz solar en energía eléctrica, que alimenta tanto al aula como a otros espacios comunitarios.
El cambio va mucho más allá del acceso a la electricidad. “El acceso a la electricidad mejorará la calidad de vida de toda la comunidad y permitirá fortalecer el crecimiento del aprendizaje de los niños”, aseguró el cacique Duarte. Las clases, que se dictan en modalidad bilingüe durante la jornada completa, ahora cuentan con mejores condiciones de iluminación, seguridad y confort. Además, los niños participan en talleres de cocina, danza y música, actividades que ahora disponen de un entorno más seguro y adecuado.
La escuelita, que depende de la Escuela Intercultural Bilingüe Nº 905 de El Soberbio, representa un modelo educativo que respeta y promueve la identidad cultural guaraní. Su construcción incluyó un gesto simbólico que refuerza el sentido de pertenencia y arraigo: los muros fueron pintados con los colores de la bandera argentina. “Los colores de la bandera son el símbolo de nuestra tradición y nuestra patria, que defendemos junto con la comunidad”, explicó el cacique.
Ubicada en el lote 8 de la reserva reconocida por la UNESCO desde 1995, la escuela satélite de Pindo Ty simboliza cómo la energía solar puede convertirse en un puente entre el respeto a las tradiciones ancestrales y el acceso a tecnologías que garantizan derechos básicos como la educación y la energía segura.
Dos caminos, una misma meta
Aunque las realidades de Mendoza y Misiones son muy diferentes, ambas iniciativas revelan un hilo conductor común: la decisión de apostar por la energía solar como herramienta para mejorar la vida de las personas.
En Mendoza, la estrategia municipal apunta a modernizar la infraestructura urbana, reducir la huella de carbono y ofrecer ejemplos concretos de eficiencia energética. La instalación de paneles solares en edificios públicos como el Museo del Área Fundacional y el Gimnasio Nº 1 forma parte de una política integral que busca transformar la relación entre la ciudad y su consumo energético.
En Misiones, la energía solar se convierte en un factor de inclusión y justicia social. El acceso a la electricidad en la escuela de la aldea Mbyá Guaraní no solo mejora las condiciones de enseñanza, sino que también refuerza la seguridad, la autonomía comunitaria y el respeto por la identidad cultural.
Ambos proyectos muestran cómo distintas ciudades y comunidades eligen avanzar por caminos diversos hacia un objetivo compartido: un modelo energético limpio, sostenible y centrado en las personas.
Mientras el mundo debate sobre las mejores formas de enfrentar el cambio climático, estos ejemplos locales evidencian que la transición energética no es solo una cuestión tecnológica o ambiental, sino también una herramienta para el desarrollo social, la inclusión y el respeto por la diversidad cultural.
La energía solar ya no es una promesa a futuro. En Mendoza, ilumina museos y gimnasios; en Misiones, enciende la esperanza de una comunidad en plena selva. Y en ambos casos, representa un faro que marca el camino hacia un país más justo, eficiente y sustentable.