Elon Musk ha presentado una propuesta muy ambiciosa para combatir el cambio climático: desplegar una constelación de satélites equipados con inteligencia artificial (IA) y alimentados por energía solar con el objetivo de modular la radiación que recibe la Tierra y así mitigar el calentamiento global.
Publicado el lunes en su cuenta en la red social X, el mensaje acumula millones de visualizaciones en pocas horas. En él, Musk sostiene que “serían suficientes ajustes mínimos para evitar tanto el sobrecalentamiento como el enfriamiento global” y que la Tierra “ha sido una bola de nieve muchas veces en el pasado”.
Cuando fue consultado sobre cómo funcionaría el sistema en condiciones tan cambiantes como las variaciones estacionales o los desafíos geopolíticos del control climático, Musk respondió afirmando que el sistema de IA permitiría “pequeños ajustes”. Sin embargo, reconoció que el modelo aún está en una fase teórica.

¿Cuál es el trasfondo tecnológico?
Aunque la mayoría de los satélites ya utilizan paneles solares como fuente principal de energía para subsistemas y cargas científicas, el concepto propuesto va mucho más allá. Actualmente se investigan tecnologías de energía solar espacial (SBSP, por sus siglas en inglés) que captan la luz del Sol en órbita y la transmiten a la Tierra mediante microondas o láseres.
Por ejemplo, en Corea del Sur se está desarrollando un proyecto de 120 GW de capacidad en órbita, que apunta a generar 1 TWh al año mediante paneles delgados y enrollables.
Los riesgos sobre la mesa
La propuesta no está exenta de controversias. Algunos especialistas advierten que una reducción tan pequeña como el 1-2 % de la radiación solar podría tener impactos significativos en la fotosíntesis, la agricultura, los ecosistemas y los patrones de lluvia y temperaturas. Además, si el sistema fallara o se interrumpiera de forma abrupta, podría generarse un “termination shock”. Esto describe lo que podría pasar si un proyecto que reduce artificialmente la radiación solar (como un satélite) se detiene de golpe, generando un rápido incremento térmico.
En este contexto, se plantea que un proyecto de esta magnitud requeriría una coordinación global, un protocolo de gobernanza climático y estándares éticos claros para evitar que la intervención tecnológica derive en conflictos geopolíticos o alteraciones graves del equilibrio natural. Sin una legislación y acuerdos de gobernanza conjunta, las tensiones geopolíticas podrían desembocar en “conflictos de bloqueo solar”.

¿Qué significa para el sector fotovoltaico?
Para la industria solar, y en especial para mercados emergentes de América Latina, la idea de Musk abre una nueva dimensión: no sólo producir energía limpia, sino incorporarla al ámbito de la regulación climática orbital. Aunque aún está lejos de materializarse, el concepto enfatiza la relevancia estratégica de la tecnología fotovoltaica en escenarios de impacto global.
En suma, la iniciativa demuestra que la energía solar no sólo es parte cada vez más importante de la matriz energética global, sino que también está empezando a pensarse desde el espacio, con todas las complejidades tecnológicas, regulatorias y medioambientales que ello implica.