Contra el prejuicio de que solo las grandes empresas pueden impulsar proyectos de energía renovable, la cooperativa de Armstrong, una pequeña localidad de 15.000 habitantes demostró lo contrario: se convirtió en un modelo a seguir al inaugurar la primera planta de energía fotovoltaica de la provincia y con ello ahora se abastecen de luz solar, ahorran dinero y cuidan el medio ambiente.
La Cooperativa de Provisión de Obras y Servicios Públicos Limitada y Crédito de Armstrong (CELAR), fundada en 1958, se convirtió así en una de las experiencias autogestivas y comunitarias pioneras del país, en impulsar este cambio de paradigma.
Ubicado a apenas 98 kilómetros de la ciudad de Rosario, el pueblo santafecino de Armstrong dio un paso significativo hacia el consumo sustentable de energía. Como parte Proyecto de Redes Inteligentes con Energías Renovables (Prier)”, acaba de inaugurar una planta solar de 200 kilovatios que abastece la demanda residencial y cuenta con una red de paneles solares, tres molinos eólicos y techos solares en viviendas y edificios públicos.
Así, con equipos inalámbricos instalados en 1000 domicilios de la ciudad, se puede monitorear el servicio eléctrico y obtener información de manera remota sobre la calidad de la prestación, la curva de carga de los usuarios, las diferentes condiciones de la red o las características del consumo de cada residencia.
“El objetivo es identificar los aspectos relevantes del proyecto para replicarlo en otras localidades del país”, señaló Gustavo Gil, el coordinador del Programa de Energías Renovables del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Esta experiencia piloto comenzó a gestarse a fines del 2013, cuando la Celar mostró su interés en invertir en energías renovables. A partir de entonces, logró reunir el apoyo del INTI y también la Facultad Regional Rosario, de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), con quienes formó el Consorcio Asociativo Público- Privado (Capp).
“Empezamos a trabajar en esta iniciativa por cuenta propia. Luego buscamos dos socios tecnológicos: una universidad y un organismo específico para que nos aporte todo lo necesario para las certificaciones de equipos y sistemas”, señaló el ingeniero Ricardo Airasca, gerente de la Cooperativa de Armstrong.
Y agregó: “Todo usuario que tenga un medidor inteligente –de tipo electrónico– es socio de la cooperativa. Los usuarios no nos cobraron alquiler por el techo. Plantearon que todo ese dinero se reinvierta en más energía renovable. Una de las premisas que tuvo este proyecto fue la replicabilidad y la difusión, la capacitación interna para realizar este proyecto y la externa, para la gente que viene a visitar la planta fotovoltaica. Desde que se inauguró no paramos de recibir visitas. Fue muy lindo lo que se generó”, agregó Ariasca que señaló que “la gente se entusiasmó, se adueñó del proyecto y eso permitió que todo lo que generamos se reinvierta en más generación y en nuevos desafíos como lo es la ampliación de la planta de 200 a 275 kW con la que hoy trabaja actualmente.
“Este emprendimiento tuvo varios enfoques: el alcance poblacional, la reducción de gases de efecto invernadero (GEI), el impacto técnico y la posibilidad de analizar la potencia de nuestras redes. Esta es la tendencia mundial hacia el futuro de la energía, donde el usuario también será generador y va a poder venderle a la red”, concluyó el especialista.
Cambio de paradigma eléctrico
Pablo Bertinat, director del proyecto, ingeniero y docente de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), explicó sobre la innovadora experiencia: “Era un lugar donde había poca información sobre renovables, hoy en día es una sociedad que conoce y sabe del tema. Están comprometidos con la posibilidad de hacer cosas de manera propia. La gente asumió que podía hacerlo. No contratamos a nadie de afuera, trabajamos con la comunidad local y tomamos decisiones. La experiencia nos demostró que con información y discusión la respuesta de la gente fue sumamente satisfactoria. Generó fortalezas a futuro”.
Y destacó que la experiencia también incluye en un futuro la puesta en funcionamiento de una serie de 10 pequeñas turbinas eólicas. “Queremos impulsar un modelo de generación que ya no es centralizada, sino distribuida y que opera en los niveles de baja y media tensión a partir de energías sustentables”.
En ese contexto, Bertinat explicó que existen dos paradigmas en los sistemas de provisión de energía eléctrica: el concentrado y el distribuido. En el primero –el más utilizado hasta el momento–, son las grandes centrales las que producen la energía para luego transmitirla a los usuarios. En el segundo –donde se inscribe esta propuesta–, se pretende añadir a la red el poder generado a partir de fuentes dispersas geográficamente, mucho más cercanas al consumo. De esta manera, según Bertinat, “habrá menores pérdidas de transmisión y distribución, niveles de tensión más estables y otras ventajas que actualmente están bajo estudio”.
De acuerdo con el docente de la UTN, el proyecto consta de cuatro ejes: el primero es la construcción del sistema de generación distribuida. El segundo comprende los estudios y ensayos en función del primero (donde no sólo intervienen aspectos técnicos, sino también cuestiones normativas, regulatorias y económicas). El tercer eje apunta a la posibilidad de replicar la experiencia en otras cooperativas análogas, a partir del know-how generado. Por último, el cuarto eje está enfocado en aspectos sociales referidos a la participación ciudadana y la concientización cívica en torno al uso racional de la energía y el mejor aprovechamiento de los recursos naturales para generar electricidad.
Tal fue el éxito del proyecto que el sitio oficial de la Casa Rosada (casarosada.gob.ar) destacó que “se trata de un emprendimiento piloto que involucra estudios técnicos y normativos para replicar el proyecto en otras distribuidoras eléctricas del país, estudiando tecnologías de comunicación de las redes inteligentes, inter-operabilidad de inversores y parámetros de calidad de energía ante la inyección de energía de fuentes renovables distribuidas. El proyecto apunta a promover la participación activa del usuario en pos de acercar la generación al consumo. La red convencional convivirá con la red inteligente y esta última será la encargada de administrar la inyección de energía renovable, integrando la energía eólica y solar en el tendido eléctrico”.
Técnicamente se trata del Proyecto de Redes Inteligentes con Energías Renovables (PRIER) a cargo de un consorcio asociativo público-privado conformado por el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial), la Universidad UTN Regional Rosario y la Cooperativa de Provisión de Obras y Servicios Públicos y Crédito Ltda. de Armstrong (CELAR). Este emprendimiento piloto involucró estudios técnicos y normativos para replicar el proyecto en otras distribuidoras eléctricas del país, estudiando tecnologías de comunicación de las redes inteligentes, inter-operabilidad de inversores y parámetros de calidad de energía ante la inyección de energía de fuentes renovables distribuidas.
El “Proyecto Armstrong” apunta a promover la participación activa del usuario en pos de acercar la generación al consumo. La red convencional convivirá con la red inteligente y esta última será la encargada de administrar la inyección de energía renovable, integrando la energía eólica y solar en el tendido eléctrico.
“Si bien ya existen algunas experiencias de generación renovable en el país, el aspecto inédito de esta iniciativa es que integra en un solo proyecto una serie de aspectos que permiten aspirar a una proyección a mayor escala: redes inteligentes con energías renovables para generación distribuida con participación de los usuarios/prosumidores e integración del medio productivo local: se priorizaron equipos, estructuras e insumos nacionales y se llevó a cabo un complejo proceso de integración y compatibilización que sienta las bases para la replicabilidad”, explicó Marcos Politi, integrante del Centro INTI-Energías Renovables.
Hace más de medio siglo, en un contexto mundial de posguerra e instabilidad económica, muchas localidades –en especial del interior del país– sufrieron un déficit energético que repercutió en la falta de electricidad en industrias, comercios y hogares. Para hacerle frente al abandono, vecinos y vecinas llevaron adelante asambleas populares, juntaron recursos, compraron maquinarias, tendieron cables y generaron su propia energía.
“Así funcionaron 20 o 30 años con máquinas diésel, hasta que llegaron las redes eléctricas a esas cooperativas y se convirtieron en distribuidoras. Las cooperativas surgieron para resolver un problema: la falta de energía en sus pueblos. Se necesita mucho más apoyo para fortalecerlas. Hay muchas experiencias y esfuerzos que están ocultos, desvalorizados, porque en el mercado de la energía se valora a las grandes empresas”, explicó Bertinat.
En Argentina hay más de 590 cooperativas que distribuyen energía eléctrica, entre otros servicios, a más de 2 millones de clientes. Solo en la provincia de Santa Fe existen 59 cooperativas eléctricas, que con un marco normativo técnico adecuado, inversión y asesoramiento, podrán replicar la exitosa experiencia que hoy demuestra Armstrong.