La onda verde avanza sobre el continente blanco. La impronta de generar energía limpia y disminuir la utilización de combustibles fósiles en uno de los lugares más puros del planeta es positiva por varios aspectos.
Se trata de una movida de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que en el último verano instaló un nuevo equipo fotovoltaico en una de las bases antárticas argentinas.
Concretamente, ingenieros de la CNEA instalaron paneles solares junto a un sistema de acumulación de energía en un refugio utilizado por investigadores de la Dirección Nacional del Antártico (DNA) dedicados a la glaciología en la Isla Vega, ubicada a unos 60 kilómetros de distancia de la base Marambio.
Cabe recordar que la CNEA inició su colaboración con el territorio antártico en 2014, cuando su Departamento de Energía Solar instaló el primer sistema en la Base Marambio, a través de un convenio con la Fuerza Aérea. Y desde 2019 contribuye con la DNA con el objetivo de dotar de energía solar a más instalaciones argentinas en ese lugar remoto de la patria.
En 2020 sumó otro sistema en el refugio Elefante, dedicado a la observación de fauna que opera entre septiembre y marzo. En invierno no se la utiliza porque queda bajo 2,5 metros de nieve. Antes, para poder contar con energía eléctrica, había que llevar un generador diésel y el combustible. Actualmente, no solo dejó de ser necesario sino que, al haber eliminado el ruido del generador, el refugio se rodeó de pingüinos y se puede avistar más fauna. Estos sistemas permiten ahorrar combustibles de origen fósil y evitan la emisión de gases de efecto invernadero. Tiene cuatro paneles con una potencia total de 1 kW y almacenamiento en baterías de litio.
El año pasado, se instaló un sistema más en la Base Carlini, que está conectado a la red de baja tensión. Durante su primer año de puesta en marcha, este sistema fotovoltaico de 2,32 kW aportó una energía de 1150 kWh.
Y en el año del décimo aniversario del inicio de sus colaboraciones con la Antártida, la CNEA instaló en febrero último un cuarto sistema fotovoltaico en ese continente. Fue en la Isla Vega, en las cercanías del glaciar Bahía del Diablo, para alimentar con la energía renovable y limpia del sol un refugio que se utiliza para hacer estudios de glaciología. Se trata de un sistema “aislado”, es decir que además de los paneles solares tiene baterías para almacenar la energía. De esta manera, podrá ser utilizada cuando el recurso solar sea escaso. De esta manera, el flamante sistema fotovoltaico permitirá evitar el uso del generador diésel.
“En la CNEA veníamos trabajando desde 2011 sobre aplicaciones terrestres de la energía solar, concretamente con sistemas para que los usuarios puedan inyectar energía a la red cuando, en 2014, la Fuerza Aérea Argentina nos presentó la posibilidad de instalar este tipo de tecnología en la base Marambio, a fin de probar si era una ayuda para reducir el consumo de combustible de los generadores”, indicó el ingeniero electrónico y doctor en Tecnologías Fotovoltaicas Hernán Socolovsky, jefe del Departamento Energía Solar de la CNEA que en 2014 viajó a Marambio para la instalación del primer sistema de energía solar fotovoltaica en el sector antártico argentino.
“Aquella experiencia fue muy positiva y después de ese vínculo inicial con la Fuerza Aérea, fue la DNA que nos propuso avanzar en un programa para aumentar la cantidad de estos sistemas en las bases antárticas argentinas. Por eso, en 2020, instalamos un sistema de generación y acumulación en el refugio ‘Elefante’ que está cerca de la base Carlini y hasta donde cada verano los investigadores tenían que cargar un grupo electrógeno y todo el combustible para alimentarlo”, explicó.
“En el verano de 2023 se instaló un sistema fotovoltaico en la base Carlini que le permite reducir una parte de su consumo de combustible, y, este verano, un equipo, de tres compañeros de la CNEA montó en Isla Vega un sistema similar al que funciona hace cuatro años en el refugio Elefante para, que tampoco tengan que trasladar tanto combustible hasta ese punto aislado”, señaló el ingeniero.
“El verano de 2023 fue muy importante para las energías renovables en la Antártida porque, además de nuestro trabajo, hubo empresas argentinas que, a través de acuerdos con el Comando Conjunto Antártico, también levantaron sistemas fotovoltaicos en otras bases; el objetivo del programa que desarrollamos desde hace diez años con la DNA es que la generación de energía a través de renovables reduzca al menos a la mitad la demanda de combustibles fósiles, para sostener la presencia argentina en la Antártida”, indicó.
El investigador destacó que “cómo científicos, trabajar en este proyecto nos da la oportunidad de obtener información y nuevos datos como, por ejemplo, la eficiencia de los paneles solares en ambientes polares. Sabemos que el frío aumenta un poco el rendimiento de los paneles, pero la cantidad de meses sin sol limitan el uso de estos sistemas”.
“Una cosa que hacemos en cada lugar en el que instalamos estos sistemas es colocar radiómetros que registren cuánta cantidad de energía solar llega a ese punto durante un año, y, comparando ese dato con la cantidad de energía que generó el sistema instalado, podemos estimar la eficiencia del mismo”, agregó.
Las instalaciones en la Antártida forman, desde 2024, parte de un proyecto de inversión pública (BAPIN). “Esperamos que durante la ejecución de este proyecto se continúe aumentando el uso de fuentes de energía renovables en las bases antárticas, disminuyendo así la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera”, completó Socolovsky.