En un mundo cada vez más urgido por soluciones energéticas sostenibles y acceso equitativo a la conectividad, una aeronave silenciosa y brillante surca la estratósfera desafiando lo que creíamos posible. Se trata de HAPS, la Estación de Plataforma de Gran Altitud desarrollada por la empresa aeroespacial Sceye, una estructura de 65 metros de largo inflada con helio que parece salida de una novela de ciencia ficción, pero que ya comenzó a escribir un capítulo propio en la historia de la tecnología y de las energías limpias.
Con capacidad para volar durante meses y operar exclusivamente con energía solar, este globo dirigido redefine la forma en que podemos abastecer regiones remotas de internet de banda ancha, monitorear el medioambiente o detectar desastres naturales. Todo esto, desde una altitud de 20.000 metros, más allá del alcance de la aviación comercial: de hecho, al doble de altura que alcanza un avión. Además, es mucho más accesible que los satélites tradicionales.

Los avances en energía solar fueron constantes y diversos en los últimos años. Desde paneles bifaciales hasta ventanas fotovoltaicas, la innovación no se detiene. Sin embargo, el HAPS de Sceye logró capturar la atención de expertos e instituciones por su capacidad para “mantener el vuelo sobre un área designada en la estratósfera durante más de 24 horas, utilizando energía solar durante el día y almacenamiento de baterías para la operación nocturna”.
El primer vuelo, realizado el 15 de agosto de 2024 desde las instalaciones de Sceye en Nuevo México, marcó un punto de inflexión. No solo fue una demostración exitosa de funcionamiento energético ininterrumpido durante un ciclo diurno completo, sino que sentó las bases de un nuevo paradigma para las estaciones flotantes de servicio. Ahora, en 2025 se estudia ya su producción en masa.
El secreto detrás de su capacidad operativa radica en su diseño híbrido entre dirigible y dron de gran altitud. A diferencia de los globos aerostáticos o aeronaves con alas fijas, el HAPS combina flotación con propulsión eléctrica alimentada por paneles solares de alta eficiencia. Su cubierta, denominada “Sceye Skin”, no solo refleja la luz solar con un brillo metálico, sino que también representa un salto en materiales de ingeniería: es cinco veces más resistente que otros tejidos similares y mil quinientas veces más hermética a los gases.
Energía del sol, incluso durante la noche
A bordo del HAPS, la energía no se limita a lo que el sol proporciona mientras brilla. Gracias a su sistema de almacenamiento con baterías de litio-azufre (una tecnología de alta densidad energética), la aeronave puede mantenerse estable en el aire durante la noche, sin necesidad de repostar ni perder altitud. Esto es clave para su funcionamiento como plataforma geoestacionaria, una de sus ventajas más notables.
“La combinación de energía solar y batería es crucial para vuelos de larga duración, ya que permite que un HAPS permanezca en el aire durante largos periodos, potencialmente meses o incluso años, sin repostar”, afirman desde la empresa desarrolladora. Ese detalle técnico, que podría pasar desapercibido, tiene implicaciones gigantescas. Implica menos intervención humana, mayor autonomía operativa y una reducción considerable de la huella ambiental.
La altitud que alcanza el HAPS lo coloca en una zona ideal para cumplir funciones críticas. Está lo suficientemente alto para cubrir extensas áreas con señal de internet o sensores, pero también lo bastante bajo como para brindar datos con mayor precisión que un satélite tradicional.
Gracias a esa ventaja estratégica, la empresa Sceye ya puso al HAPS en acción en distintos frentes. Uno de los más relevantes es su participación en un proyecto estatal para llevar internet de banda ancha a la Nación Navajo, una comunidad históricamente excluida de las redes de conectividad convencionales. En vez de desplegar costosa infraestructura terrestre, el globo solar transmite señal directamente desde la estratósfera con antenas activas 4G y tecnología LTE OpenRAN.
Durante sus vuelos de prueba, esta plataforma aérea logró mantener una conexión de datos estable con un teléfono en tierra a más de 140 kilómetros de distancia. Un rendimiento que supera incluso los límites habituales de las redes LTE convencionales, cuyo alcance ronda los 100 kilómetros. Estos resultados demuestran no solo viabilidad, sino un potencial revolucionario.
Tecnología de punta para cuidar el planeta
Además de proveer conectividad, el HAPS fue diseñado para observar y reaccionar ante lo que sucede en la Tierra. Está equipado con sensores avanzados, cámaras infrarrojas, estereo-ópticas y un radar de apertura sintética que le permite “ver a través de las nubes” en cualquier condición climática. Su aplicación directa es clave en tareas como la detección de incendios forestales, el monitoreo ambiental en tiempo real y la supervisión de emisiones de gases contaminantes.

Actualmente, Sceye colabora con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) en un estudio de cinco años para rastrear y medir emisiones de metano, un gas de efecto invernadero 80 veces más potente que el dióxido de carbono. La estabilidad de vuelo prolongada del HAPS lo convierte en una plataforma ideal para observaciones continuas a gran altitud.
Su reciente éxito “demuestra la capacidad del dirigible para operar de manera continua aprovechando fuentes de energía renovables, lo que constituye un hito importante para los objetivos estratosféricos y las aplicaciones comerciales de Sceye”.
Con más de 20 vuelos de prueba realizados y al menos dos más planificados para este año, el cronograma de Sceye está bien encaminado. Se espera que en 2025 el HAPS inicie su actividad comercial y que, a partir de 2026, comience a operar desde el aeropuerto de Teruel, en España. Esta expansión no solo consolidará el alcance del proyecto, sino que abrirá nuevas posibilidades de colaboración internacional y despliegue global.
Lo que hasta hace poco era una fantasía futurista –un dirigible solar suspendido sobre nosotros, enviando internet y monitoreando la atmósfera– está a punto de convertirse en una realidad habitual. Si la promesa del HAPS se concreta, podríamos estar presenciando el nacimiento de una nueva capa de infraestructura tecnológica, suspendida entre drones y satélites, pero impulsada únicamente por el sol.
Frente a los desafíos globales del cambio climático, la crisis energética y la desigualdad digital, el globo solar de Sceye no es una simple innovación, sino una declaración de intenciones. Representa una forma de repensar cómo nos conectamos, cómo protegemos nuestro entorno y cómo usamos los recursos de forma inteligente.
“No podemos utilizar su energía para la red o uso personal, pero el hecho de que pueda crear energía por sí mismo es todo un avance”, afirman sus desarrolladores. Esta frase, que en otro contexto podría sonar como una limitación, es, en realidad, el núcleo de una promesa más grande: plataformas autónomas, limpias y persistentes que funcionen por encima de nuestras cabezas sin contaminarnos ni depender de costosas infraestructuras en tierra.
Mientras el mundo observa con expectativa el lanzamiento comercial de esta tecnología en el segundo semestre de 2025, una cosa es segura: el cielo ya no es el límite. Ahora es el comienzo de una red flotante, inteligente y solar que redefine lo que es posible.